jueves, 22 de marzo de 2018

Dos hermanas en la colina

La tormenta continúa cubriendo mi mundo broklyniano de blanco. Me abrigo, calzo mis botas y salgo de mi cuevita a caminar por el parque Prospect al final de la tarde. Escucho el peculiar sonido seco de la nieve al compactarse bajo mis pisadas. A la orilla del lago me detengo y medito mis oraciones por la gente que amo. Contemplo la belleza cruda del lago marrón encrespado por el viento, del cielo gris pálido que derrama sus tristezas y de la nieve acumulándose en los troncos y ramas de robles, cipreses y otros árboles. Lo hago con una forma serena del deleite. 

Aún junto a la orilla me doy vuelta y miro a los niños colina arriba delizándose en trineo por la pendiente. Se divierten. Me fijo en una niña de unos cinco años. Ya se ha lanzado y ahora intenta cargar su trineo colina arriba. Lo intenta con todas sus fuerzas pero no lo logra. Se cae. Se pone de pie. Hala con toda su fuerza y se cae de nuevo. Por momentos se queda tendida en la nieve. Pero se incorpora y lo intenta de nuevo. Fracasa. Entonces llega su hermana, una niña de unos nueve años. También se ha lanzado y carga su trineo colina arriba. Al ver a su hermanita luchando contra la nieve y la gravedad, se le acerca, toma su trineo y arrastra ambos colina arriba. Su hermanita la empuja por la espalda para ayudarla. Conquistan la cima y juntas se deslizan colina abajo de nuevo en sus trineos.

Observen a la niña halar el trineo y caerse al final

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