When the night has come
And the land is dark
And the moon is the only light we'll see
No I won't be afraid, No I won't be afraid
Just as long as you stand, stand by me.
Nos pedía que lo amparásemos, que lo acompañáramos. Su voz vital y potente me conmovió. Cuando el tren se aproximaba a mi estación en Park Slope me acerqué y le dejé mi ofrenda en su vasito. Me dijo "Thank you", pero quien le agradecía era yo.
Ya en el Kos Kaffé, uno de mis lugares de lectura favoritos, se me ocurrió enviarle un mensajito a Tami-san, mi amiga peruana, para ver si podía y quería tomar un café conmigo. Pudo y quiso. No nos veíamos desde noviembre. Me vino a encontrar y conversamos a gusto sobre la vida y el amor mientras el sol de media tarde iluminaba nuestros rostros. Luego ella volvió a su casa y yo a mi libro, el Tao Te Ching.
Ya al final de la tarde pasé por la pescadería de 5th Avenue, donde saludé a la pareja del sureste de Asia que me vende el pescado más fresco de estos barrios. Me gusta ir porque nos reconocemos y me cuidan consiguiéndome frutos frescos del mar. Compré halibut y bronzino y me despedí agradecido.
Y al remontar la calle 9, casi al entrar a la estación de metro en 7th Avenue, reconocí a una mujer sonriente -- cuyos ojos, nariz y rostro redondo heredó su hija -- y la saludé. Ella no me reconoció. No tenía por qué. Ha sido por los misterios de la Vida, y sus historias entrelazadas, que muchas veces he pedido por ella y su familia al meditar en silencio mis oraciones a orillas del Lago Prospect. Le tengo cariño sin que lo sepa ni me haya reconocido. Pero me presenté de nuevo y ella fue atenta y cálida.
Han sido tres encuentros -- uno anónimo, otro entrañable, otro espontáneo y sincero -- en una tarde cualquiera de invierno tardío. Me han recordado que el Amor, si lo sabés apreciar y cultivar, está en todas partes. With Love we stand by each other.
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