Animados por el brillo de la mañana, decidimos caminar por el sendero largo, "la Candelita", del Trogón Lodge. Son apenas tres kilómetros pero queremos andar tranquilos para observar, tocar, oler, escuchar, sentir. Emprendemos la caminata, cruzamos el río Savegre sobre un puente hacia la ribera oriental y empezamos a adentrarnos en la montaña. Ascendemos poco a poco. Pronto queda atrás el rumor del río. Entonces escuchamos el canto de un ave con timbre alto de flauta metálica. Les digo de inmediato:
--Es el mismo canto que escuchamos hace tres años en Tapantí.-- Estoy seguro. En Semana Santa del 2014 fuimos en familia a conocer el Parque Nacional Tapantí, en las laderas opuestas del Macizo de la Muerte. Es decir, el Tapantí queda en el sector oriental del macizo, donde las aguas descienden de la división continental en las cumbres de la Cordillera de Talamanca hacia el Caribe. Ahora estamos en el Parque Nacional Los Quetzales, en el sector occidental del Macizo de la Muerte, donde las aguas descienden de las cumbres de la cordillera hacia el Pacífico. Pero supongo que biológicamente son muy similares ambos parques. No me extraña entonces que escuchemos el mismo canto.
Es un canto hermoso, dulce, agudo que resuena por todo el bosque nuboso. No hay otra ave en este bosque que cante más bello. Yo escucho cuatro notas agudas en cuatro tiempos: negra, corchea, corchea, blanca. La negra aguda, la primera corchea un poco más grave y la siguiente corchea y la blanca cada vez más agudas. Pero Xinia, que tiene un oído más educado por la flauta, escucha tres notas en cuatro tiempos: negra, corchea, semicorchea-semicorchea, blanca. La negra y las dos semicorcheas son la misma nota y la blanca es un "si agudo". Yo le creo a ella. (Yo de por sí soy medio bateador, o bateador y medio. Mis apuntes están llenos de especulaciones, conjeturas e inferencias muy falibles a partir de lo que percibo).
Lo que nos sucede a todos, en todo caso, es que la flautista del bosque nos embeleza. No sabemos cuál ave es pero nos deleita. Yo intento grabar el sonido en mi memoria para poder escucharlo de nuevo. Cuando salimos del bosque aún lo escucho.
Horas más tarde, sentados en el salón social tomando café juntos, mi papá dice que por la mañana le pareció ver un jilguero comiendo moras silvestres en el arbusto frente a nuestra cabaña. Es un gordito azul-grisáceo con carita negra y piquito y patitas anaranjadas. Me pregunta si no estará en la guía que usamos, The Birds of Costa Rica: A Field Guide. Siguiendo algunas pistas, encuentro al Black-Faced Solitaire (Myadestes melanops), es decir, al solitario carinegro, jilguero endémico de Costa Rica y Panamá. Según la guía, se alimenta de moras y su canto combina notas puras como de flauta con un chillido agudo como el de la bizagra herrumbrada de un portón. "¡Claro! Es el flautista del bosque nuboso."
Identificar a esta especie por su canto debe ser fácil para quien sabe un poquitico de ornitología en Costa Rica. Tiene distintos cantos pero las notas agudas y el timbre de flauta metálica es inconfundible. Yo no sabía nada de este jilguero pero atando cabos y siguiendo pistas, algo he aprendido junto con mi familia. Hasta su nombre, solitario carinegro, me simpatiza. Y ahora sé dónde buscar al flautista para que me embelece cada vez que necesite ese gozo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario