Hoy me sentía un poco golpeado. Dormí poco pues la noche del domingo se me ocurrió la excelente mala idea de ir al Irish Haven a escuchar a Niall Connolly y conocer a una pareja de amigos suyos que le visitaban, Mic y Lisa, un dublinés y una inglesa radicados en Cork. Yo ya había invitado a que llegaran al Haven a Wilman y los otros compas latinoamericanos que conocí allí la vez pasada, cuando fuimos con Emma y Paul.
Wilman llegó con Carli y J después de haber cenado en un chino del barrio. De repente en la audiencia había un grupo representando a Irlanda, Inglaterra, Costa Rica, Ecuador, República Dominicana y México. Niall tocaba buena música y con esa variedad de procedencias y vidas había mucho tema para tratar. Wilman, por ejemplo, es luchador de artes marciales mixtas y vimos unos videos suyos peleando en las jaulas del Ultimate Fighting Championship. Mic es productor de radio y J huyó de las pandillas de Los Ángeles y tiene su propia barbería en Nueva York desde los diecisiete años. Carli no ha regresado a Dominicana desde que murió su mamá hace diez años. Me lo contó con tristeza, desviando la mirada al suelo. Mic y Lisa coincidieron tres veces en distintos lugares del mundo - Amsterdam, Dublín y Australia - antes de que se les ocurriera que el destino los estaba juntando. Me lo contó Lisa mirándome alegre con sus ojos color musgo.
Resultado: mi plan de tomar dos negras irlandesas escuchando hasta las 11 pm se convirtió en tres pintas y media (Niall me sirvió la mitad de la última suya) tertuliando hasta la 1:30 am.
Por eso me sentía golpeado hoy por la mañana. Pero no era sólo un mazazo físico. Era un poco anímico, andaba con las pilas bajas. Tuve que inventarme el espíritu para dar la clase de la mañana con energía. Después de almorzar, estaba cabeceando frente al computador. No tenía casco y corría el riesgo de romperme la frente de un "jupazo" contra el filo del escritorio. Entonces salí a caminar por el campus para respirar, despejar la "jupa" y animarme. Fue una excelente idea, de las buenas, no de las malas.
Vi dos robles jóvenes frente a la biblioteca que han comenzado a florecer. Sus florecillas son pequeñas y blancas, de largos estambres. Las primeras flores que atisbo esta primavera. Y escuché buena cantidad de gorriones y otros pájaros cantando. Ya en días anteriores había escuchado un gorrión en mi jardín y varios pájaros (desconocidos para mí) en el bosque primario de Prospect Park. Pero hoy fue el primer día en el que los pájaros la cantaban en coro a Primavera.
Apenas tuve diez minutos para salir de mi edificio de ladrillos rojos y arquitectura de universidad victoriana inglesa, el Boylan Hall. Pero los primeros cantos y las primeras flores me revitalizaron. Gracias, Primavera, por sacarme adelante en este día.
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