--Ah, eu morei em São Paulo. Eu fui lá estudar com uma cantora de samba que está fazendo muito sucesso agora no Brasil, na França, na Alemanha e outros paises. Quál era o nome?--, me dijo.
--Fabiana Cozza--, adiviné pues sabía que la cantora paulistana anduvo por París y Berlín.
--Sim, era ela--, asintió sorprendida de que yo supiera el nombre de su maestra de samba.
Yo conocí la música de Fabiana Cozza por el cd Quando O Céu Clarear que me regaló Alex, uno de mis amigazos de Sampa desde siempre y el mejor de compas paulistanos cuando celebramos abrazados trinfos ticos en el Mundial 2014. Laura estuvo en Sampa estudiando interpretación de samba con Fabiana.
--Você esteve lá quando?--, le pregunté.
--Deixa eu pensar...acho que em 2005--, me respondió.
--Eu também. Então a gente esteve lá junto--.
Compartimos una risa cómplice pues estuvimos en São Paulo al mismo tiempo y en los mismos barrios paulistanos. Resultó que Laura anduvo por ahí cantando por la Vila Madalena, bailando samba de gafieira con la Banda Glória y escuchando rodas de samba en el bar Ó do Borogodó mientras yo hacía exactamente lo mismo.
--A gente de ter se cruzado várias vezes no caminho, né?--le dije.
--Até provavelmente bebemos uma cerveijinha juntos e não lembramos--.
Y sí, podría ser que nos cruzamos el paso y hasta estuvimos con alguna galera en algún boteco de la Vila Madalena o Pinheiros cantando y bailando juntos. Lo que pasa es que en aquellas noitadas bohemias mi musa era una garota de largos rizos negros, ojos color miel, sonrisa de amanecer, corazón de miel y sensibilidad poética. Esa garota me presentó a Cecília Meireles y me inspiró a escribir el único poema que intenté esbozar por aquellos años y que me encontré escrito en un papelito hace poco tiempo. De hecho el poemita lo escribí después de la primera noche de samba con Analúcia, su amiga Moranguinha y mi amigo Cass en el Ó do Borogodó.
Talvez Laura estuvo ahí esa misma noche. Talvez estuvo el día siguiente en la feirinha de sábado en la plaza Benedito Calixto, comiendo acarajé bahiano y escuchando chorinhos interpretados por los viejitos que se juntaban a tocar en roda en la feria.
"Ay Laurita, quantas saudades daqueles dias, né?", pensé. Pero no se lo dije porque vivimos en el presente, ella con su familia en Virginia y yo con mis cinco sentidos en Brooklyn, y aunque no nos conocimos en aquella época, nos conocimos doce años después, luego de un hermoso concierto de boleros puertorriqueños en Nueva York. ¡Qué linda es la Vida!
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