lunes, 3 de octubre de 2016

Até mais, Lisboa

Es una mañana de lunes esplendorosa en Lisboa: temperatura cálida, cielo celeste con toques lapis lazuli, algo de brisa. Desayuno fruta, granola y café con Rachel y Lucas, y me voy en metro al largo de Chiado. En las afueras de A Brasileira me tomo un selfie con la estatua de Fernando Pessoa sentado en una mesa de su café favorito. Luego bajo por la Rua Garrett a la librería Bertrand, la más antigua de Europa, y compro una edición del Livro do Desassossego de Fernando Pessoa. El primer viernes que estuve en Lisboa, en esta misma librería, Rachel me lo había recomendado, y ahora me decido a llevármelo para leer sobre los desasosiegos de Pessoa en su amada Lisboa. Es un libro sui generis: mezcla de diario íntimo y crónica de encuentros con lugares y personas lisboetas. Osea, los Apuntes y postales del maestro Pessoa, ja. Me animo a llevarlo para leerlo en Brooklyn. Es un buen libro para el metro, pues las entradas son breves e interesantes.



Salgo de la Bertrand y me adentro por la Rua Anchieta hasta la tiendita A Vida Portuguesa. Rachel me la ha recomendado para comprar recuerditos interesantes. Tiene razón. Es el mejor lugar para comprar regalitos. Contento con mis compras de azulejos y cuadernos artesanales, regreso a la entrada del metro frente a la cafetería A Brasileira y desciendo a las entrañas subterráneas de Lisboa. En el metro observo a la gente. Además de portugueses y turistas, hay mucha gente de África y el sur de Asia. Me da la impresión de que Lisboa es más cosmopolita que Porto, aunque no lo sé. Emerjo de las entrañas subterráneas en el Largo do Rato y camino hasta casa de mis amigos. Me esperan para almorzar.



Salimos y subimos la ladera para almorzar en el restaurante Casa dos Passarinhos. Pedimos dos platillos de bacalao en preparaciones distintas, bacalhau na canoa y bacalhau à Lagareiro. Mientras aguardamos, todos saboreamos el pan fresco con paté de sardina y las aceitunas en aceite de oliva y ajo. Yo me tomo un Imperial de cerveza Super Bock. Es mi zarpe lisboeta.



Rachel me cuenta acerca de su proyecto de investigación sobre la lógica del razonamiento jurídico en la Universidade Nova de Lisboa. Pero llegan los platos. Nos deleitamos con el bacalao. Ambos platos están buenos, pero me gusta más à Lagareiro, aunque no sepa decir por qué. Eso sí, les digo a mis amigos que ya nunca más podré comer bacalao si no es preparado por una cocina portuguesa. Ya le había dicho a la Divina hace un par de días que de todos modos en Brooklyn desistí de cocinar el bacalao yo mismo: no es tan fresco, ni yo sé prepararlo.



Tendré que regresar pronto para saborear un buen bacalao portugués y caminar por esta Lisboa del Pessoa sin sosiego y de los lisboetas gentiles y de mis amigos cariocas con un trocito de corazón portugués.

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