Aterricé en Nueva York. Dormí. Preparé clases. Dormí. Di clases. Preparé clases. Dormí. Me desperté soñando con una amiga del Sur que perdí por la vida. "¿Estará bien? Ojalá." Dormí un poco más. Di clases. Regresé a casa.
Y ahora he venido a lavar, en la lavandería de los chinos de mi barrio, toda la ropa que vestí durante el viaje a Portugal. Mientras separo la ropa blanca y la de colores, y la meto a la lavadora respectiva, se me viene a la mente una escena de Lisboa.
Domingo, antes del atardecer. Camino con Lucas y Rachel por el antiguo bairro Alto, en las cercanías de Bica. Las callejuelas son tan angostas que parece que las fachadas de las casas que se enfrentan casi se podrían tocar con brazos abiertos. Son casitas de tres o cuatro pisos, muy juntas, amarillas, blancas o rosa. En cada piso alto hay balcón con barandilla de hierro. Sobre cada balcón o bajo cada ventana hay un tendedero cuyos mecates o alambres se amarran a brazos de metal aferrados a las fachadas de las casas respectivas. Los apartamentos son pequeños, la mayoría sin terraza, excepto los del piso superior, por lo que la ropa se tiende así. Esta tarde de domingo los tendederos están repletos de ropa: sábanas, vestidos, pantalones, blusas, ropa interior, medias, camisetas, camisas, enaguas. Por la ropa tendida, podés conjeturar si aquí o allí vive una familia con niños, un tipo soltero, una anciana, una pareja. Hay poca brisa, por lo que las prendas cuelgan estáticas, aunque en los pisos más altos de vez en cuando un soplo mece alguna sábana o vestido. Pero ninguna prenda gotea. Lucas me explica que hay códigos: se cuelga la ropa húmeda a las vista de todos, pero tiene que estar bien escurrida para que no gotee y moleste a vecinos y transeúntes.
En el poema "Walking Around", Pablo Neruda expresa la angustia existencial que sentía al caminar, solo y aislado de los demás, por algunas calles. Creo que lo escribió en la India. En los últimos versos del poema escribe:
Yo paseo con calma, con ojos, con zapatos,
con furia, con olvido,
paso, cruzo oficinas y tiendas de ortopedia,
y patios donde hay ropas colgadas de un alambre:
calzoncillos, toallas y camisas que lloran
lentas lágrimas sucias.
En alguna época sentí esa angustia nerudiana. Pero hoy veo las ropas que cuelgan en los tendederos de Lisboa y me siento gozoso. Brilla el sol y aunque ya se acuesta, el azul del cielo es aún intenso y luminoso.
Las ropas parecen banderas multicolores, estandartes de alegría, en el barrio Alto.
http://imenso-sul-alentejo.blogspot.pt/2015/01/nas-varandas-da-minha-rua-por-jose-luis.html?m=1
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