sábado, 8 de octubre de 2016

Con Cal y Aabaraki en BAM Café

Me debatía sobre si debía ir a nadar resfriado o quedarme en casa, como una persona responsable y sensata, para recuperarme del jetlag y descansar, cuando me llega un mensaje de texto: "Creo que no estás en NY pero por si acaso, hoy toca un amigo en BAM Café a las 9 pm y quiero escucharlo. ¿Querés ir?" Era Cal. Desde antes de mi viaje queríamos encontrarnos. Intentantamos conciertos en Barbès, funciones de teatro y cine en BAM y hasta un bailongo salsero en el Meatpacking District de Manhattan. Pero como suele suceder en esta ciudad tan ajetreada, no se pudo. Coincidir con tus amigos aquí requiere mucha perseverancia. Así que no lo pensé dos veces y contra toda sensatez respondí: "Vamos". Y a las 8:15 pm estábamos sentados en una buena mesa del Café, cerca del escenario, pero no demasiado. Yo pedí salmón. Ella estaba indecisa entre tacos de bagre o una jugosa hamburguesa, es decir, entre lo que le convenía y lo que quería comer, y fui mala influencia: - Pedí lo que querés -. A la hamburguesa la acompañó con un Gin and Tonic y yo al salmón con una birra rubia neoyorquina. Y nos pusimos a conversar. 

Cal es escritora. Recientemente publicó un excelente libro ilustrado para niños, Ida, Always, su segunda obra del género. Es además dramaturga y cuentista. Da talleres y cursos de escritura literaria en la universidad New School. Todo esto, en realidad, es reflejo de su personalidad espontánea pero disciplinada, su sensibilidad y su espíritu creativo. Y de su sentido del humor: Cal es muy graciosa y cuando cuenta alguna anécdota, saca sus dotes de actriz y las ilustra con gestos y voces. Entonces se le iluminan sus ojos color almendra, se le dibujan sonrisas pícaras y se le acentúan las rasgos largos de su rostro. Como nuestro amigo en común, Niall Connolly, músico, y otra gente que vive de su trabajo creativo en Nueva York, se faja a trabajar en labores muy diversas. Tienen que crear, producir y darle salida a sus creaciones, complementándolas con actividades relacionadas a su quehacer artístico, como dar talleres o gestionar eventos culturales. En una chamba con un proyecto de teatro comunitario, Cal conoció a Aamir, su amigo músico, líder de la banda Aabaraki que hemos venido a escuchar. Ella me confiesa que no tiene idea sobre qué toca esta banda. Aamir escribió la música para una obra en el teatro comunitario, pero nunca lo ha escuchado en esta ni en otras bandas. Así que estamos preparados para que nos sorprenda.

La sorpresa es grata. Tocan una mezcla de soul y funk, diría yo, bastante interesante. Las letras originales, como la de Karate, son graciosas. Y tocan un par de covers sensacionales, como uno de You Oughta Know de Alanis Morissette. Aamir es afroamericano, grandote, de cuerpo un poquito redondo por sobrepeso, de cara aún más redonda con barba ensortijada y deja crecer su pelo en largas trenzas estilo dreadlock. Nos da risa escucharlo cantar esa letra de Alanis sobre una muchacha despechada por su enamorado. A Cal se le iluminan de nuevo los ojos y esboza su risa pícara.

Después de acompañarla caminando hasta su casa y conversar un poco más, regreso a pie, pausado y tranquilo, hasta mi casa. Demoro más de una hora a paso lento, andando a lo largo de la sexta avenida por entre las casas estilo brownstone de Park Slope hasta remontar mi calle, la 17, cuesta arriba y cuesta abajo. A fin de cuentas, lo sensato fue salir con Cal al BAM Café.

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