jueves, 13 de octubre de 2016

Un café con Bob Dylan, otro con Niall Connolly y una birra


Me despierto, me levanto, me hago un café y me pongo a leer noticias. En primera plana leo que a Bob Dylan le han otorgado el Premio Nobel de Literatura. ¡Qué alegría! En Nueva York hay todo un movimiento de música folk, el BigCity Folk, que le debe mucho a la música de Dylan y a los géneros que ha influenciado. Toda esa música, de hermoso contenido lírico, ha hecho mi vida acá mucho más plena y gratificante. En las noches más solitarias, en medio de esta ciudad de 8 millones de corazones, me ha acompañado. También la he escuchado en las noches más felices y solidarias. Me alegro por Dylan y por todo el movimiento lírico-musical que representa. ¡Salud!


Por la tarde ya he pasado horas revisando el manuscrito de mi libro, Sauntering in America, cuyo subtítulo dylaniano bien podría ser Like a Rolling Stone. A la hora del café llamo a Niall por teléfono. Le digo: -¡Felicidades por el Premio Nobel! -. Él se ríe pero yo lo digo un poco en serio: ha sido un reconocimiento al máximo exponente de una tradición oral y lírica. Dylan la heredó de la canción popular folk estadounidense y la transformó para futuras generaciones de cantautores, no solo estadounidenses, sino internacionales, incluyendo a mi amigo irlandés, inmigrante a la Yunai

Le pregunto a Niall si tiene tiempo para un café. Me dice que sí. Salgo y subo y bajo la colina para llegar a su casa. Tomamos el café junto con Clare, aunque claro, a Dylan tendríamos que celebrarlo con una birra, pero ellos tienen una reunión y yo tengo que escribir más. Así que comentamos el Nobel con un yodo. Habrá puristas escandalizados, claro, porque no ven que en escribir y componer canciones de gran lirismo, sensibilidad humana y perspicacia filosófica hay un arte tan valioso como en escribir novela, cuento o teatro. La canción profunda, sentida, bien escrita, es una forma de poesía. Mi amigo, Niall, es un poeta. Dylan por supuesto lo es. 

-Ahora -, le pregunto a Niall, -¿quién es mejor poeta, Bob Dylan o Leonard Cohen? -. Le da risa y me responde lo que ya esperaba: -Cohen -. Yo también prefiero a Cohen como poeta. Pero me identifico más con la tradición musical de Dylan, quizá porque he vivido muchos años en la Yunai, y aunque sienta fuertes conflictos con el poder político gringo, he convivido con el pueblo sureño y norteño y he amado las tradiciones musicales y literarias de esta gente. Y Dylan con su música y lírica ha sido un rebelde contra el poder, como Thoreau y Lugones con su pluma, como Niall y Ol' Moose con su guitarra. ¡Salud!


Hay mucha gente que se siente decepcionada cuando se nombra el Nobel de Literatura. Algunos se indignan porque el ganador o la ganadora no lo merece tanto como su favorito. Otros rechazan tal o cual género. ¿Para qué? Alegrémonos o respetemos la alegría de los demás. Este año se escucha por aquí que debió ser Philip Roth y no Bob Dylan. ¿Pero por qué lamentarse? Lo poco que he leído de Roth me ha gustado, pero yo hoy he andado muy contento, como si todos los cantautores folk y su música, la que he escuchado todos estos años en Nueva York, hubiera ganado.

Repasando, he sentido alegría en 1990 con Octavio Paz, en 1993 con Toni Morrison y en el 2010 con Vargas Llosa. En 1982 era demasiado niño para alegrarme por García Márquez, pero uno se regocija por ese Nobel latinoamericano. Y en el 89 descubrí a Camilo José Cela, en el 91 a Nadine Gordimer, en el 95 a Seamus Heaney, en el 98 a José Saramago, en el 2002 a Imre Kértesz y en el 2013 a Alice Munro. Menciono a los que más me llegaron: todos motivo de alegría. 

Este año me alegro por Bob Dylan. El muchacho Robert Allen Zimmerman adoptó el apellido artístico Dylan en honor a Dylan Thomas, el poeta galés neo-romántico que yo leía con pasión en mis años de universitario. No estudié en el idioma de Cervantes sino en el de Shakespeare, Shelley, Keats, Thomas, Lowell y Bishop. Descubrir la literatura inglesa, escocesa, galesa, irlandesa, canadiense y estadounidense fue una aventura placentera y enriquecedora.  Luego hubo una época de crisis personal en que lamenté no haber estudiado en español. Pero ha pasado y hoy me alegro por mi relación íntima tanto con el español como con el inglés (y con el portugués: aunque no me sienta tan seguro en la lengua de Pessoa, Saramago, Meireles y Lispector, pasión por ella no me falta). Quizá parezca extraño, pero un reconocimiento a Dylan me llena tanto como uno a las mejores latinoamericanas, como si fuera posible dárselo hoy a Rosario Castellanos, por ejemplo. 

Es más, gente, ya me voy. Voy a poner música de Dylan y tomarme esa birra en su honor. ¡Salud!

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