domingo, 2 de octubre de 2016

Bitácora Porto: Cenar con amigos en Gaia

Miércoles. Escucho a César en la sesión de la mañana, Muy bien, pero mi hora favorita es la pausa del café, para conversar con todos.  Sara y yo nos escapamos de la conferencia principal para ir a la biblioteca. A ambos nos falta terminar de preparar nuestras presentaciones. Lo consigo. Bajamos un poco tarde al almuerzo. Hoy no ha venido Vítor.  Sara me habla de su tesis sobre las emociones y su valor en la educación moral y sobre tantos temas. Vamos mezclando filosofía y vida. Por la tarde ella continúa trabajando y yo voy a las sesiones. Me envía un mensaje de texto: Luísa nos ha invitado a cenar en Gaia con otros amigos. Luísa es una portuguesa, de Porto, que hemos conocido en la conferencia. Es una muchacha mil punto, acogedora y simpática. Nos reunimos antes, para ver un espectáculo de fado en el auditorio de la U. Me encanta. De allí nos vamos. Luísa nos lleva a César, Sara y a mí hasta Gaia. En el restaurante Ar do Rio, en la ribera del Duero, ya nos esperan Javi el santafecino, Javi el valenciano y su esposa Jessica, Xavi el valenciano y José Luis y Alberto de Barcelona. Al sumarnos nosotros cuatro, somos seis españoles, dos argentinos, una portuguesa y un tico. Yo estoy en un extremo de la mesa, con Alberto y Luísa al frente y Sara a mi lado. Mi tertulia transcurre con ellos principalmente. Hablamos en español, pues Luísa lo habla muy bien. Mientras me deleito con una dourada grelhada, Alberto nos cuenta de su vida como padre de dos hijos en Barcelona, Sara como madre de tres en Valencia, Luísa como profesora, deportista y esposa en Porto y yo como filósofo peripatético entre Brooklyn, San José y Brasil. Luísa además nos cuenta cómo conoció a Felipe, su esposo brasileño, en Porto; Sara a su esposo madrileño en Buenos Aires; y Alberto a su mujer italiana en Barcelona. Yo les cuento un poco sobre mí, lo que he vivido y lo que me gustaría. Y así, de la filosofía pasamos a la vida, y nos hacemos más amigos, mientras el Duero fluye hacia el Atlántico y las luces iluminan las vistosas fachadas de las casas de Porto en la otra ribera.

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