lunes, 26 de septiembre de 2016

Bitácora: Lisboa, de Amoreiras y Estrela a Graça

Habiendo recuperado mi pasaporte y dinero en la delegación de policía del Largo do Rato, Marisol sugiere que subamos hasta la Praça das Amoreiras. Las amoreiras son árboles asiáticos que hospedan al gusano de la seda, pero no sabemos su nombre en castellano. En la tranquila placita abundan y dan sombra. Al lado pasa el antiquísimo acueducto romano sobre los altísimos arcos de piedra. De allí caminamos al Jardín de la Estrella, un bello parque urbano. Un titeretero nos invita a ver su obra para niños y Sofía se interesa. El titeretero nos pregunta de dónde somos: ellas de Venezuela y yo de Costa Rica. Me cuenta que recorrió desde México hasta Panamá por tierra, haciendo teatro callejero de títeres. Entonces nos sentamos en el zacate a esperar y poco a poco se acercan más chiquitos y chiquitas con sus padres. Ya inicia la obra: representa una tourada o corrida de toros a la portuguesa. No hay matador ni se mata al toro, sino que una banda de toreros lidian con el animal pero a las bromas, retándolo para después agarrarle el chifre o jalarle el rabo. Los chiquitos se ríen con las peripecias de los toreros y el toro. Eso me hace reír. 

Del jardín vamos a la Casa de Fernando Pessoa. El guía nos explica que es la última casa donde vivió el poeta, hoy convertida en museo. Tiene en su acervo la biblioteca personal de Pessoa y conserva su último dormitorio, austero: cama individual, mesita de noche, escritorio y una réplica de su baúl. Se muestran algunos documentos, como el sobre donde su madre conservó el primer cabello que le cortaron y el folio donde escribió su última oración antes de morir en el hospital, de pancreatitis, a los 47 años. Escribió la oración en inglés el día antes de morir: I know not what to-morrow will bring. Ninguno de nosotros sabe, Fernando, lo que mañana nos traerá. A vos te trajo la muerte o el descanso. 

De la casa museo Pessoa bajamos a la Basílica de la Estrella, frente al jardín, y esperamos el eléctrico o tranvía 28, que nos llevará hasta el barrio de Graça. Pasa llenísimo y entramos apretados. Pero esto hace el descenso empinado al barrio de Santos más emocionante. El tranvía va "hasta el bote", osea, repleto, y me acuerdo de mi abuelo Hernán que contaba historias de cuando tomaba el tranvía San José - Guadalupe el siglo pasado y se guindaba como podía para no perderlo cuando pasaba lleno. Este eléctrico 28 pasa por barrios pintorescos, de casas coloridas, muchas de tres plantas con balconcitos en los dos pisos altos.

En Graça nos bajamos del tranvía. Hoy nos hemos saltado el almuerzo y el café, por lo que decidimos ir directo a cenar a un restaurante de comida tradicional portuguesa, aunque no sean ni las 7 pm todavía. De hecho somos los primeros comensales de la noche. Pero el mesero nos atiende muy amablemente, como lo hacen todo los lisboetas, según parece. Pedimos un robalo a la parrilla con papa y brócoli y una massada de mariscos, una pasta ensopada en salsa a base de tomate. Entre los tres nos comemos los dos platos y son una delicia. Marisol y yo los acompañamos con un vino blanco de la casa.

Luego de la cena, caminamos tranquilos hasta la Rua Augusta, un paseo peatonal que sube desde el arco de la Plaza del Comercio frente a la ribera del Tajo hasta la plaza Rossio. Es un paseo comercial, hermoso, adoquinado con la piedra blanca y negra que caracteriza las aceras y plazas lisboetas y quizá portuguesas. En el medio hay mesitas de muchos restaurantes y comensales complacidos. La gente camina contenta y pausada. 

Sofía quiere un cono de helados Amorim. Entramos a la heladería y se decepciona al ver que no pido un cono. -¿No vas a comer uno?-, me pregunta y frunce el ceño moreno. ¿Cómo le explico que no como lácteos a esa chiquita sensible y tranquila, que nos ha acompañado pacientemente todo el día? Pido el cono. Lo sirven con los sabores dispuestos como pétalos de flor sobre el cono. Es una presentación atractiva. Y Sofía se queda contenta.

Chupando el helado, subimos hasta la plaza del Rossio. Allí encontraremos a José, el compañero portugués de Marisol.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario