domingo, 11 de septiembre de 2016
Música animista marroquí en la madrugada del 11-S
Salí en noche de sábado para escuchar joropo, música de los llanos venezolanos, en versión de Joropo Jam, con un amigo venezolano y una amiga peruana. Pero algo que me gusta de Brooklyn es que podés acabar la noche escuchando música marroquí con una amiga nicaragüense y otra puertorriqueña, sin esperártelo, mucho menos planearlo. En este caso, era música animista del sur de Marruecos interpretada por Innov Gnawa, cuyo propósito es inducir el trance. Y para recibir el 11-S te ves rodeado de gente asiática, africana, angloamericana, europea y latina que quiere quererse, no matarse, que quiere reírse y bailar junta, no tirarse bombas, que sabe que lo mismo duele un muerto en Iraq, Afganistán, Siria, Paquistán o Yemén que en París o Nueva York, que quiere amarse como la inmensa mayoría de la gente. Y no nos molesta que la música invoque a Alá, el mismo que todos los que hablamos español invocamos cuando decimos "ojalá" y "machalá", el mismo que otros llaman "Jehová" o "Dios" o "God". El que debería unirnos, no dividirnos, incluso a los que no pensamos en un "Él" ni en una "Persona" pero sí en el Amor y la Vida. Lo que nos importa a los que escuchamos la música es que todos somos gente, gente que nace sin bandera ni religión, gente que sin bandera, ni religión, ni cuenta bancaria, ni deudas, ni bienes, regresaremos a nuestro origen cuando pase nuestra vida, breve como hojita de zacate, tenue como hoja de aire.
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