martes, 27 de septiembre de 2016

Saludar al río Tajo, amigo

Domingo por la noche. Camino a lo largo del bulevar de la avenida Liberdade, las plazas Restauradores y Rossio, y la Rua Augusta hasta la Praça do Comércio. Atravieso la avenida costanera y bajo las terracitas de concreto que descienden gradualmente hasta las propias orillas del Tajo. Olas suavecitas avanzan hasta allí y luego se retiran para que avancen otras. Ha caído la noche y percibo al río más por su sonido al correr y olear que por la vista, aunque los reflejos de las luces citadinas dejan ver algo de la textura de sus aguas al fluir. Quiero decirle "hasta luego" al Tajo, pues regresaré en una semana a verlo de nuevo en Lisboa. Acá se llama rio Tejo. Lo conocí solo, hace años, a la altura de Toledo, ciudad a la que contorna en una curva muy cerrada a lo largo de un cañón algo profundo. En ese mismo viaje mochilero lo vi de nuevo en Lisboa con B. Pero yo andaba tan despistado, o tan interesado en otras cosas, que no me percaté que el Tajo toledano y el Tejo lisboeta eran el mismo río ibérico. Hoy me excuso argumentando que el hilo de agua angosto de Toledo no podía parecerme ser el mismo ancho río lisboeta. Años después, lo vi de nuevo en Toledo, con C. Y ahora estoy frente a él, con mis cinco sentidos y con el viento. Cerca, por la ciudad, tengo amigos. Al Tejo, como a ellos, espero verlo pronto.

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