martes, 20 de septiembre de 2016

Un refugio en la casa esquinera de Colonia del Río

Sigo despertando de madrugada o ya de mañana y recordando mis sueños. Mi inconsciente quiere decirme algo. Creo que está procesando cosas que no estoy pensando conscientemente.


Viajo en bus de San José a San Isidro de Peréz Zeledón. En pleno Cerro de la Muerte, la carretera se ha lavado por las lluvias y es pura piedra y barro. Los pasajeros nos bajamos del bus. No conozco a ninguno. Caminamos de frente. Pero encontramos un cañón profundísimo por el que corre un río crecido y el puente ha caído arrastrado por el torrente. Es la Cordillera de Talamanca, pero el paisaje que veo del otro lado del cañón parece de las Rocallosas en Colorado u Oregon: montañas con paredes de piedra maciza descubierta y bosques de coníferos. Me acerco al borde del precipicio y escalo por la pared de piedra para ver mejor el paisaje. Cuando he subido a un punto alto, no puedo volver a bajar. Quiero hacerlo pero no puedo. La única opción sería lanzarme de clavado al río. Me siento atrapado. Entonces me despierto.
  

Voy en bus del centro de San José hacia Guadalupe. Cae un aguacero torrencial, un diluvio tropical. No llevo paraguas ni impermeable ni nada. Por algún motivo, debo bajarme inmediatamente después del Centro Comercial de Guadalupe, frente a la panadería colombiana que hay allí hoy en día. Me bajo y pienso que me voy a empapar bajo el baldazo. Pero corro rapidísimo hasta la esquina de la entrada al barrio Colonia del Río y tocó el timbre de la casa de mi abuela Dora. Es la misma casa de madera, de dos pisos, pero no está pintada de blanco, como cuando ella vivía allí, sino de verde, como la pintaron los mercaderes de hoy. Y sin embargo, cuando toco el timbre, me abre mi abuela Dora. Se ve igual en mi sueño que la última vez que la vi en vida: rizos canosos, tez blanca, vivaces ojos gatos, sonrisa amplia. Viste una colorida bata de estar en casa sobre su vestido y pantuflas cómodas. Entro a la sala de su casa y me sonríe como siempre. Se da vuelta para buscarme una toalla en el baño del primer piso. Entonces me despierto.

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